El cine mundial en 1974 estuvo marcado por el formidable estado del cine estadounidense. Desde que en 1967 irrumpieran el estilo, la osadía y las temáticas de lo que acabaría bautizándose como Nuevo Hollywood, corrían tiempos de atrevida desmitificación y tres generaciones distintas venían desarrollando películas críticas con el sistema, protagonizadas por emocionantes personajes y reflexivas con su sociedad, marcada además por innumerables conflictos políticos.
Los jóvenes procedentes de las escuelas de arte y de cine se encontraron con algunos veteranos que habían encontrado un nuevo territorio de libertad, y con los directores de la generación del compromiso, procedentes de la televisión. De ese modo, en 1974, los estrenos de trabajos de cineastas como Brian De Palma (El fantasma del paraíso), Martin Scorsese (Alicia ya no vive aquí) y Steven Spielberg (Loca evasión) convivieron con los de Billy Wilder (Primera plana), Sam Peckinpah (Traigan la cabeza de Alfredo García), Don Siegel (El molino negro) y Robert Altman (Racha de suerte), por un lado, y con los de Robert Mulligan (The Nickel Ride) y Sydney Pollack (Operación: Yakuza), por otro.
Fuera de los Estados Unidos, Italia y Francia seguían viviendo de las grandes películas sociopolíticas y de los ecos de la nouvelle vague y sus derivas, y dos españoles ilustres, Luis García Berlanga y Luis Buñuel, estrenaban sendas bombas contra cualquier tipo de convención social, ambas rodadas en Francia: Grandeur nature y El fantasma de la libertad. En esta nota, de propósito diverso en cuanto a los géneros cinematográficos, hemos primado las películas que se pueden ver actualmente en plataformas, por lo que han quedado fuera algunos títulos relevantes. Aun así, la competencia era tan grande que bien podría haber salido una selección mucho más amplia.
Barrio chino, de Roman Polanski
Es el tiempo de Seabiscuit, el caballo de carreras que con sus inesperados triunfos se convirtió en símbolo de la esperanza para los estadounidenses durante la Gran Depresión de los años treinta. Los Ángeles se muere de sed, agua racionada, campesinos desesperados, y en plena sequía el jefe del departamento del Agua del Ayuntamiento de la ciudad muere ahogado en una presa. La cuadratura del círculo. Robert Towne, como guionista, y Polanski, como director, renovaron el cine negro con un áspero relato de traiciones y autodestrucción. Jack Nicholson, detective privado fanfarrón que mete las narices donde no le llaman y acaban cortándoselas (literal, y además lo hace el propio Polanski en un cameo); Faye Dunaway, mujer fatal con estilo de diva del cine mudo americano; y John Huston, esta vez delante de la cámara, como el feroz patriarca de oscuros secretos familiares, enarbolan la vieja bandera del cine negro, la del fatalismo y los demonios interiores de los personajes. Chinatown no es un lugar, es un estado de decrepitud. Una jungla de asfalto que te mata de sed.
Disponible en alquiler en Apple TV+ y en Google Play.
El padrino II, de Francis Ford Coppola
El ascenso de Vito, la caída de Michael. Ambos, de la misma edad, y en una sola película. No solo la historia de una familia, sino el relato de los orígenes de un país conformado con inmigrantes: el arraigo, el ímpetu, las esperanzas, las estrategias de supervivencia. Una doble historia de sueños y de violencia. Tras aquella puerta cerrada por Al Neri, guardaespaldas de Michael Corleone, casi en las narices de Kay en el último y demoledor plano de El padrino, y sobre todo tras su merecido éxito artístico y económico, Coppola, empujado por Paramount, y de nuevo acompañado por Mario Puzo, creó el más difícil todavía: superar a la primera con una secuela-precuela. La más oscura de las traiciones y la más cruel de las venganzas familiares. Y de ahí, a la oscuridad total, a las tinieblas en el corazón de Michael. “Me sorprendes, Tom. Si hay algo seguro en esta vida, si la historia nos ha enseñado algo, es que se puede matar a cualquiera”.
Disponible en Star+ y Movistar TV.
El loco de la motosierra: la masacre de Texas, de Tobe Hooper
Profanaciones, canibalismo y un trasfondo social: los nuevos tiempos que acaban con la gente del campo. Hooper era un joven profesor de la Universidad de Austin y camarógrafo de documentales que, de pronto, redefinió el género de terror con una atroz película de bajo presupuesto. Sus encuadres imposibles, llenos de rencor y de intenciones malsanas, son los que empiezan a crear desasosiego. Y el montaje, tan cortante, rudo y cruel como la sierra mecánica de Leatherface, te acaba destrozando. Entre los planos más inolvidables, los ensangrentados ojos verdes de la final girl, el arquetipo de la superviviente en el slasher; los casi insoportables planos subjetivos alrededor de la mesa, que te colocan como espectador al borde de ser también descuartizado, y el espeluznante amanecer postrero. Costó 140.000 dólares y recaudó 30 millones solo en los Estados Unidos. Su poder de repulsión sigue vigente 50 años después, a pesar del cargamento de discípulos, sucedáneos y plagios que llegaron tras ella.
Disponible en Prime Video, Movistar TV y Qubit.tv.
La conversación, de Francis Ford Coppola
En esos 365 días del año 1974, Coppola no se conformó con hacer una obra maestra, la segunda parte de El padrino. Le dio por hacer una más, La conversación, lo que le acabó llevando a los Oscar por partida múltiple, con una nominación al mejor director (por El padrino. Parte II), dos a la mejor película y otras dos al mejor guion, una en original y otra en adaptado. Catorce candidaturas en total para ambos títulos. La conversación, paranoia acerca de la vigilancia, al tiempo que obra existencial, es una obra sobre la soledad y la autodestrucción de un hombre, experto en escuchas ilegales. Sin embargo, también es una película sobre la autodestrucción de un país, convertido en esos años en una paranoia diaria. Se estrenó en abril del 74, en medio del escándalo del Watergate, y las grabaciones y las cintas privadas del presidente entroncaban a la perfección con el personaje de Gene Hackman. Como dijo Bob Woodward, del The Washington Post: “La Casa Blanca estaba llena de mentiras, caos, desconfianza, especulación, autoprotección, maniobras y contramaniobras”.
Disponible en alquiler en Apple TV+.
Lenny, de Bob Fosse
El humor subversivo de Lenny Bruce desafió todas las convenciones a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. El sexo, la raza, la política, la sociedad, la religión y las drogas, con un lenguaje soez y una extraña capacidad para hacer reír y enfadar a partes iguales, se reunían en sus actuaciones de stand-up comedy. En los setenta, sin embargo, en la época de la contracultura a la que él se adelantó, una película sobre su existencia parecía la mayor de las congruencias. Fosse, director de las sensacionales Cabaret y All that jazz, tan mujeriego, impertinente y brillante como Bruce, sabía lo que estaba contando. El esplendor del blanco y negro, y la magia del montaje, en un relato roto en mil pedazos tanto en su totalidad como en sus partes, con variados métodos narrativos, engrandecen la historia de Bruce, centrada, además de en sus actuaciones, en su relación amorosa con la stripper Honey Harlow, con la que se casó y tuvo una hija. Lenny ilustra una vida que no se vive, sino que se bebe hasta la cogorza de la risa, la lujuria, los psicotrópicos y la muerte, mientras se enfrenta a cualquier figura de autoridad.
Disponible en alquiler en Apple TV+.
El último testigo, de Alan J. Pakula
Parallax Corporation es sin duda una de las principales aspirantes al título no oficial de empresa más inquietante de la historia del cine. Tiene sede física en un impersonal edificio de aspecto mastodóntico y gris de Los Ángeles, y hasta hacen entrevistas de trabajo, pero su dedicación exclusiva está fuera de cualquier convención: aceptar encargos para asesinar a presidentes, a altos cargos políticos y a cualquiera que pueda amenazar el poder establecido. La conspiranoia americana de los años setenta, tras las muertes de los dos Kennedy, Martin Luther King y Malcolm X, tiene su adalid cinematográfico en Pakula, también director de las extraordinarias Klute y Todos los hombres del presidente. Con Warren Beatty como el periodista que investiga las sucesivas muertes de siete testigos del asesinato de un candidato político, y la fotografía de tonos ocres del maestro Gordon Willis, El último testigo posee además la mejor clase de montaje cinematográfico que pueda ofrecerse, en la secuencia en la que el protagonista es entrevistado en Parallax acerca de sus instintos asesinos y su americanismo, y se le enfrenta a una brutal yuxtaposición de imágenes con los conceptos amor, madre, padre, amor, enemigo y yo. La cultura del control y el juego del miedo.
Disponible en alquiler en Google Play.