El material de base era prometedor. Sliver (Acosada o Una Invasión a la intimidad), la novela del brillante autor Ira Levin, se centraba en los peligros del voyeurismo, en la incapacidad de autorestricción de los individuos cuando se hallan con la posibilidad de observar al otro. El morbo, la violación a la intimidad y la necesidad de omnipresencia eran tópicos ríspidos que Levin no eludía.
En 1992, el realizador australiano Phillip Noyce y el guionista de origen húngaro, Joe Eszterhas, unieron fuerzas para la traspolación a la pantalla grande de la novela de Levin, que había sido publicada un año antes. Desde el comienzo, Noyce se mostró algo dubitativo respecto a la realización del thriller erótico. “El guion me había gustado mucho, pero en retrospectiva creo que lo que quería era apoyar a Joe en lo que estuviera escribiendo”, expresó el realizador, quien nunca imaginó lo dificultoso que iba a ser un rodaje que se le fue de las manos.
Tráiler de Sliver
En ese momento, el famoso productor Robert Evans había regresado a Paramount Pictures y, entre los proyectos que tenía en carpeta, se encontraba precisamente el de Acosada. En 1968, Evans había consolidado su estatus de Rey Midas cuando adquirió los derechos de El bebé de Rosemary, otra de las novelas de Levin, que contó con una memorable adaptación de Roman Polanski. Por lo tanto, al notar que había comprado los derechos de Sliver, consideró que era momento de llevarla a la pantalla grande, especialmente en un contexto en el que los thrillers eróticos funcionaban en taquilla, como fue el caso de Nueve semanas y media, de Adrian Lyne, y de Bajos instintos, de Paul Verhoeven, film protagonizado por Sharon Stone.
La actriz, quien años después de trabajar con Verhoeven se pronunció sobre el mal momento que vivió en ese rodaje en el que fue forzada a realizar escenas con las que no estaba de acuerdo y en las que se sintió “humillada”, se mostró reticente a aceptar un rol que circulaba por un carril similar. Durante ese período de dudas y vaivenes, se consideraron nombres para reemplazar a la actriz, entre ellos, los de Julia Roberts, Michelle Pfeiffer y Geena Davis.
Al poco tiempo, Stone decidió aceptar la oferta, pero solo si obtenía un porcentaje de las ganancias y si se le permitía hacer observaciones respecto al guion, ya que tenía confianza con Eszterhas, quien había escrito Bajos instintos. El personaje de la actriz era, a priori, bastante diferente de aquel film en el que interpretaba a la manipuladora Catherine Tramell. En cuanto a su rol en Acosada, se trataba del de Carly Norris, una mujer vulnerable y vulnerada, que se muda a un lujoso piso de departamentos de Nueva York donde conoce a dos hombres que se comportan de manera llamativa.
Por un lado, Zeke (William Baldwin), un diseñador de videojuegos de escalofriante vida oculta; por el otro, Jack (Tom Berenger), un novelista cuya fachada de amable vecino se cae rápidamente cuando empieza a desarrollar una obsesión por mujeres que viven en el mismo edificio. En ese lugar que se va tornando cada más lúgubre, Carly inicia una apasionada relación con Zeke pero, sin buscarlo, termina investigando informalmente situaciones violentas que se suscitan en los departamentos aledaños. La filmación del largometraje arrancó con el pie izquierdo en noviembre de 1992, cuando Baldwin y Stone no tuvieron química y tampoco intentaron disimularlo, para disgusto de Evans, quien quería controlar la dinámica en el set, fiel a su estilo obsesivo como productor.
Una escena de sexo que llegó muy lejos y un peligroso viaje aéreo
El clima no era el ideal durante esas primeras semanas de rodaje. Joe Eszterhas contaría tiempo después que sus protagonistas “se odiaban profundamente” y que en una secuencia íntima entre los personajes, Stone le mordió la lengua a Baldwin tan fuerte, que el actor no pudo hablar por varios días. La actriz lo desmintió, poniéndole humor a los dichos del guionista. “Lo que contó es divertido, no sabía que era guionista de comedia”, respondió Stone, quien de todos modos confirmó que la filmación siempre se desarrolló “de manera tensa”, en parte por las diferentes formas que ella y Baldwin tenían al momento de trabajar las escenas. “Él era más chico, demasiado ingenuo”, recordó en diálogo con la publicación The New Yorker. “No tenía ni idea de cómo funcionaba un estudio, de cómo operaban esos monstruos; en cambio, yo sí hablaba con ellos, pero ‘Billy’ era como un niño al que habían arrojado a una pileta”, explicó la estrella.
Por lo tanto, cuando debían filmar las escenas de sexo, ninguno se sentía cómodo con el otro. “Él no quería hacer nada fuera de lugar y yo quería explicarle cómo funcionaban las cosas, lo invitaba a mi camarín para dialogar sobre determinadas secuencias, pero él no quería”, amplió Stone. En el caso de Berenger, discutía constantemente con Noyce, asegurando que era un director “déspota y manipulador”, lo que también ponía trabas en un rodaje en el que sucedió un inimaginable accidente.
Dos operadores de cámara, Michael A. Benson y Christopher Duddy, fueron enviados a Hawái a filmar material para una escena del film. Mientras realizaban el viaje en helicóptero, este se quedó sin combustible y cayó cerca de una zona volcánica. Los camarógrafos salvaron sus vidas de milagro, pero fueron rescatados dos días después de la caída, por lo que permanecieron en ese lugar extremadamente peligroso sin comida ni agua, a la espera de los rescatistas.
La isla de edición, una pesadilla extra
Cuando se terminó la atribulada filmación, los problemas continuaron en el proceso de montaje. La Motion Picture Association of America (MPAA), la organización a cargo de darle una calificación al film, se mostraba inflexible al momento de bajar su “puntaje” de NC-17, la restricción de audiencia más alta que implica que el largometraje tiene contenido gráfico, perturbador, sexual y/o violento, lo que limita la asistencia a salas. Según el relato de Noyce, la MPAA “estaba molesta por las fuertes escenas de sexo” del film, además de “inquieta por las secuencias de voyeurismo”.
Por lo tanto, tanto él como los editores, Richard Francis-Bruce y William Hoy, debieron realizar 110 cortes, además de volver a filmar algunas secuencias, lo que aumentó el malestar entre sus protagonistas, quienes evitaron verse las caras por la incompatibilidad que se había generado meses antes. Luego, al llegar a la instancia de promoción, Evans se vio obligado a promocionar el film con unos trailers que no se condecían con la temática de la película, demasiado puritanos para el punto neurálgico de la narrativa.
Nunca pudimos vender esa pasión que emanaba del guion y tampoco le dimos un buen final a la historia porque quisimos hacernos los ambiguos y no funcionó
Phillip Noyce, director
Acosada se estrenó el 21 de mayo de 1993 en Los Ángeles y la crítica fue lapidaria. “Un thriller erótico completamente absurdo”, “Una obra pretenciosa”, “Una película sin suspenso, poco desarrollada”, fueron algunas de las frases que podían leerse en las reseñas de la época. Asimismo, Stone no pudo eludir la mirada sexista, ya que se describió al film como “poco verosímil” porque su personaje era una ávida lectora. Por otro lado, fue comparada con la novela de Levin, que sí esbozaba una crítica a las cámaras de seguridad y a cómo los avances tecnológicos facilitaban el acoso, temáticas poco exploradas en la adaptación.
A pesar de la mala recepción, Acosada tuvo un buen desempeño en taquilla, tal como Evans lo predijo y como consecuencia de la coyuntura de ese momento. El film de Noyce fue el más visto en la semana de su estreno y superó ampliamente su presupuesto de 50 millones de dólares, recaudando más de 116 millones. Hasta el día de hoy, en tanto, se trata de una producción que queda a la sombra de Bajos instintos, cuyo recuerdo estaba muy fresco al momento del estreno en salas.
En una entrevista con We Are Cult, Phillip Noyce recordó cómo el largometraje estuvo “manchado” desde el primer día. “Sharon nunca lo quiso hacer, tenía miedo de quedar encasillada”, explicó el cineasta. “Y cuando aceptó, se empezó a llevar mal con Billy (Baldwin) y eso es lo último que querés cuando estás haciendo una película erótica. Las cosas escalaron tanto, que Sharon pidió que sus escenas se filmen por un lado y las de él, por el otro. No quería verlo. Nunca pudimos vender esa pasión que emanaba el guion y tampoco le dimos un buen final a la historia porque quisimos hacernos los ambiguos y no funcionó. Hicimos lo opuesto a Atracción fatal, ¡ese sí que fue un éxito!”, declaró el realizador sobre el accidentado rodaje.