Mercè Brey es especialista en temas vinculados a la diversidad, el liderazgo y el desarrollo profesional de la mujer. Luego de haber trabajado más de 30 años en el sector financiero creó la consultora BLUE, un espacio de desarrollo para co-crear un nuevo estilo de liderazgo y en conversación con Ximena de la Parra, experta en talento humano, para el ciclo Aprendemos Juntos de BBVA reveló los aprendizajes más esenciales que adquirió en su larga trayectoria profesional.
Hoy Brey trabaja en pro de la transformación de las personas y las organizaciones. ¿Cómo llegó a este punto? “Me he dedicado a acompañar a las empresas en sus procesos de internacionalización a diversos mercados. Esto me ha permitido viajar y aprender mucho de temas financieros puros y duros, pero también otras cosas distintas”, explica.
El primer aprendizaje que menciona la especialista es el de entender el valor de la diversidad. “Aprendí cuán importante es mirar con humildad a las otras personas, no pensar que uno sabe más o mirar con soberbia, sino todo lo contrario, esforzarnos por adoptar una perspectiva de apreciación y aprendizaje hacia los demás”, dice. Según destaca, adoptar estas formas ayuda a ‘abrir la mente’: “Gracias a la observación de otras realidades y ver que son igual de válidas que las de uno, se adquiere una ventaja competitiva respecto de los colegas”.
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La escuela es una institución esencial para abordar el tema de la diversidad y, específicamente, el de género. Durante el proceso de investigación del libro Alfas & Omegas, Brey descubrió que en varias escuelas suecas se están estableciendo aulas libres de identificaciones de género, evitando así que nadie se incline hacia los estereotipos de género.
Otro ejemplo que menciona es el caso de Islandia donde hay un experimento en el que separan a los niños y las niñas durante ciertos períodos de tiempo en el día para que practiquen aquello que les es menos afín. Es decir, que los niños practiquen más la sensibilidad y la generosidad (rasgos considerados femeninos) y que las niñas practiquen más la determinación, asumir riesgos, etcétera (rasgos considerados masculinos). Y luego los reúnen en momentos comunes para que pongan en una situación real cómo han experimentado el haber practicado eso que no les es tan afín.
También hace énfasis en el papel de las familias y recuerda una de las entrevistas que hizo para su libro. “Ashok Khosla es un empresario indio de unos 80 años que, a lo largo de la conversación, me dijo algo que me quedó resonando en la mente durante un tiempo. Él me respondió: ‘Mirá, Mercè, esto de la diversidad de género evolucionará cuando las mujeres entiendan cuál es el poder que realmente tienen o atesoran’”, recuerda. Sin terminar de comprender del todo, Brey le pidió que se explicase mejor “Ashok me dijo: ‘Mirá, en mi país, no sé en el tuyo todavía las madres educan a sus hijas como sirvientes y a sus hijos como príncipes’”, dice.
Una ilustración cotidiana de lo mencionado podría ser cuando un niño se tropieza y sus padres le dicen ‘tú puedes, adelante, campeón’ y si fuese el caso de una niña, el consuelo sería ‘cuidado que eres débil, frágil o necesitas protección’. Lo que se crea en ese tipo de situaciones, según Brey, es un sesgo que les va a durar a los pequeños toda la vida.
Respecto de ello, Brey cuenta que desde su propia experiencia, al principio uno no es consciente de la discriminación. “Con el transcurrir de los años y con un poco de perspectiva, me fui dando cuenta de que durante toda la carrera y todo el desarrollo profesional pasé por una serie de circunstancias que se daban específicamente porque era mujer y que yo naturalizaba de una forma contundente”, enfatiza.
Tradicionalmente, las mujeres han pasado durante cientos y miles de años en lo que Brey nombra como ‘la esfera privada’. En ella se han encargado de cuidar de los seres dependientes: de los mayores, de los menores, en el cuidado de la casa, entre otras actividades. ¿Qué cualidades se necesitaban en este ámbito? “Necesitábamos la empatía, la colaboración, la flexibilidad, la tolerancia, cualidades que, generalizando, definen a las mujeres, pero en realidad son patrimonio de unos y otras”, dice. A la par, los hombres se destacaban en ‘la esfera pública’; una en la que se luchaba, se competía, se buscaba el pan y se precisaban habilidades como la determinación, la fuerza, la osadía y la capacidad para tomar riesgos que se vinculan con lo masculino.
“En las últimas décadas hay un trasvase masivo de mujeres hacia la esfera pública. Y venimos con nuestras cualidades y con eso que hemos ido desarrollando y entrenando durante miles de años y vamos a una esfera donde las reglas de juego son distintas, donde necesitamos otros atributos para lograr el éxito, específicamente, en las organizaciones”, explica. Ahí es donde nace una brecha fundamental entre hombres y mujeres.
¿Cuál sería la solución? Según Brey, crear una tercera esfera que recoja lo mejor de cada una: la práctica de la esfera privada y la de la esfera pública, y ahí generar nuevas normas que favorezcan a todas las personas, independientemente del género o del sexo.
De todas formas, advierte que los hombres seguramente tengan que hacer un camino de desarrollo y menciona al autor Ritxar Bacete que habla de la nueva masculinidad o de las masculinidades tóxicas. “Lo que entendemos de esta forma distinta de valorar el hecho de ser mujer o de ser hombre, también ha condicionado mucho al desarrollo e incluso la felicidad de los hombres. Estos estereotipos los incitan a comportarse de una forma determinada: ‘Los hombres no son sensibles’ o ‘los hombres no están interesados por el cuidado de los niños’ o ‘no lloran’”, resalta.
Así, se vuelve fundamental generar entornos diversos e inclusivos en el conjunto de la sociedad: en la casa, el colegio, en todos los lugares y ambientes de la sociedad, y también muy específicamente en las organizaciones. “Las empresas se han vuelto un punto neurálgico en la vida de las personas, nos pasamos un tercio de nuestro tiempo de vigilia trabajando”, dice la especialista y reflexiona “Fíjate, años atrás, nuestra sociedad ¿qué construía? Iglesias y catedrales. ¿Por qué? Porque la vida de las personas giraba alrededor de la religión. ¿Y ahora qué construimos? Edificios de oficinas, fábricas, centros comerciales… ¿Por qué? Porque la vida de las personas gira en torno al trabajo”.
La solución a la que llega es la de equilibrar la esencia masculina y la femenina. “Son importantes los dos perfiles. Si yo necesito poner límites, esto es alfa. Si necesito escucharte atentamente para saber qué necesitas, esto es omega. Por lo tanto, necesito ir echando mano de cada una de estas esencias según lo requiera cada momento”, concluye.
*Podés disfrutar de la charla completa en “Aprendemos Juntos 2030″, la plataforma del BBVA con contenidos útiles e inspiradores para mejorar la vida de millones de personas de todo el mundo que, desde mayo de 2022 se emiten en forma exclusiva por LA NACION.