¿Qué tienen en común el bailarín Vaslav Nijinsky, Thomas Mann, Roberto Arlt, un escritor “adicto a las comparaciones”, un especialista en películas porno, Eugene O’Neill y el introductor de las bombitas Osram? Todos son personajes de La fiesta de un fauno, la última novela del prolífico Ariel Magnus (Buenos Aires, 1975) que, con un pie en Buenos Aires y otro en Berlín, donde vive, lleva escritos más de veinte libros, dos de ellos en alemán.
La novela trabaja en el límite de la ficción con lo autobiográfico: el narrador es un escritor y traductor cuyo apellido es Magnus. La trama gira en torno a una leyenda: la primera película porno de la historia se habría filmado en Buenos Aires, en el exotismo de nuestras pampas, con nada menos que el genio de Nijinsky como protagonista y el bisabuelo del narrador, Richard Nathan, como facilitador de la tecnología: él tenía en su poder las lámparas para cine de diez mil watts. “¿O existe algo más oscuro y difícil de iluminar que un culo?”, le dice Ritmeester, el amigo alemán que llega para acompañar al narrador, en la aventura de comprobar la veracidad del mito.
Hay dos planos temporales. Por un lado, principios de siglo XX: los bisabuelos del narrador, Käte y su marido Nathan, junto a un grupo de amigos recién llegados de Berlín asisten a una función en el Teatro Colón que deja perturbadas y con ganas de más a las mujeres: el matiz erótico de la coreografía de Nijinsky sobre “Preludio a la siesta del fauno”, de Debussy. La trama avanza en una serie de encuentros de comedia, en el Tigre, en los coches que trasladan a las mujeres, en las prostitutas del puerto, en un paseo entre el bailarín y el dramaturgo O’Neill. Magnus logra transmitir la conmoción que les provoca a estos europeos una ciudad donde lo erótico se presenta a cada paso. Por otro lado, a principios del siglo XXI, una incipiente pospandemia y la aventura “a lo Arlt”, del narrador/ escritor –Ritmeester lo carga: ¿no sería acaso Magnus un nombre genial para una estrella porno?– buscan pruebas que corroboren la teoría de Ritmeester: en el sótano de lo que supo ser la casa familiar de los Magnus debería haber pruebas, huellas de esa filmación erótica.
Hay un gran trabajo con los personajes que se construyen a través de ese arte tan del siglo XX: la conversación. El humor es una constante como también los cruces entre lo popular y la mal llamada alta cultura. No por nada la película que obsesiona al narrador conjuga el sexo, el cine de Kubrick pero, sobre todo, la piedra angular de la literatura occidental: Homero. Lleva el nombre de 2001 Odisea del sexo.
La fiesta de un fauno
Por Ariel Magnus
Seix Barral
272 páginas, $ 18.000