WASHINGTON.- Una escena en Miss Americana, el documental sobre Taylor Swift, muestra el momento en el que la cantante comienza a meterse en la vida política de Estados Unidos. Sentada con sus piernas cruzadas en un sofá en su camarín, Swift discute un comunicado en un cónclave con su anillo de confianza, su padre, su madre, y otros miembros de su equipo. “Por 12 años, no nos hemos involucrado en política o religión”, dice un hombre, a quien no se ve, intentando disuadirla. Puede perder la mitad de su público, le advierten. Su padre confiesa estar “aterrado”, le recuerda que es “el tipo que compró autos blindados”. Su madre la apoya, pero se preocupa por su seguridad. “Necesito estar del lado correcto de la historia”, retruca Swift, y despacha un monólogo entre lágrimas que inunda la escena como un manifiesto político. “Necesito hacer esto”, insiste. Swift publica el mensaje, que ve la luz en Instagram.
“Estoy escribiendo este posteo sobre la próxima elección de medio término el 6 de noviembre, en la que estaré votando en el estado de Tennessee. En el pasado he sido reacia a expresar públicamente mis opiniones políticas, pero debido a varios acontecimientos en mi vida y en el mundo en los últimos dos años, ahora lo siento muy diferente”, arranca.
En su posteo, Swift deshilacha a una candidata trumpista al Senado por Tennessee, donde se forjó, y a su agenda –un repudio a Donald Trump y a su movimiento–, le da su respaldo a dos demócratas y le pide a la gente que se anote para votar. Más de 65.000 jóvenes se anotaron en las siguientes 24 horas. En ese momento, Swift tenía más de 110 millones de seguidores en Instagram. Ahora tiene casi 280 millones. “‘Una traición más allá de las palabras’: la extrema derecha se derrite por el respaldo de Taylor Swift a los demócratas”, tituló el Washington Post. “¿Qué tiene para decirle a Taylor Swift ahora que está en política?”, le preguntó un periodista a Trump, en la entrada de la Casa Blanca, al final de una de sus improvisadas conferencias de prensa en el jardín sur. Trump había respondido varias preguntas, y se dirigía a la residencia. Frenó y volvió. Primero defendió a su candidata, dijo que Swift probablemente no sabía nada de ella, y luego, con una sonrisa irónica, lanzó su cierre: “Digamos que ahora me gusta la música de Taylor Swift como un 25 por ciento menos, ¿OK?”.
La candidata de Trump finalmente ganó, a pesar del rechazo de Swift. Pero esa elección marcó un punto de quiebre en la vida de Swift, quien abandonó el silencio y sumó su voz a la política de Estados Unidos. Dos años antes, en 2016, Swift se había abstenido de respaldar públicamente a Hillary Clinton. Su mutismo desató un vendaval. Swift fue acusada de calcular sus palabras para evitar perder público –sus raíces están en la música country, un género vinculado al interior del país, la vida rural, un terreno trumpista–, de privilegiar su imagen, de ser una trumpista encubierta, y llegó a ser bautizada como una “Diosa Aria” por el supremacismo y la ultraderecha, que en ese momento le rendían culto. El día de la elección, la pregunta más buscada en Google a la hora de indagar sobre el voto de los famosos fue: “¿Por quién vota Taylor Swift?”.
A Swift le llevó tiempo hablar de ese quiebre. En 2019, ya con otro aplomo, Swift recordó en una entrevista con la revista Vogue que en el verano boreal de 2016 su popularidad estaba más bien por el piso, y que venía de una muy desgastante pelea pública con Kanye West y Kim Kardashian que se remonta hasta la infame interrupción de West a Swift en los premios MTV en 2009 en medio de su discurso. West después se disculpó, después retiró su disculpa, después hubo un atisbo de reconciliación, y después West la incluyó en una línea de su canción Famous –”Siento que Taylor y yo todavía podríamos tener sexo / ¿Por qué? Yo hice famosa a esa perra”–, una elección que abrió otra ronda de controversias. West dijo que Swift le dio permiso. A principios de 2016, Swift pareció responderle en un discurso en los Grammy cuando le dijo “a todas las jóvenes mujeres ahí afuera” que hay gente que “intentará socavar su éxito, o atribuirse el mérito de sus logros o su fama”. Kim Kardashian la cruzó y difundió una llamada entre Swift y West que parecía darle la razón a West. A Swift le llovieron serpientes en las redes.
I spoke to @vmagazine about why I’ll be voting for Joe Biden for president. So apt that it’s come out on the night of the VP debate. Gonna be watching and supporting @KamalaHarris by yelling at the tv a lot. And I also have custom cookies 🍪💪😘
📷 @inezandvinoodh pic.twitter.com/DByvIgKocr
— Taylor Swift (@taylorswift13) October 7, 2020
“Desafortunadamente, en las elecciones de 2016 hubo un oponente político que usaba la idea del respaldo de las celebridades como un arma. Andaba diciendo: ‘Soy un hombre del pueblo. Estoy para ustedes. Me preocupo por ustedes’. Simplemente sabía que no iba a ayudar”, explicó Swift en su entrevista con Vogue. “Además, el verano anterior a esas elecciones, toda la gente decía que era calculadora. Ella es manipuladora. Ella no es lo que parece. Ella es una serpiente. Ella es una mentirosa. Estos son exactamente los mismos insultos que la gente le lanzaba a Hillary. ¿Sería un respaldo o sería una carga? Mira, las serpientes del mismo plumaje se juntan. Mira, las dos mujeres mentirosas. Las dos mujeres desagradables. Literalmente, millones de personas me decían que desapareciera. Entonces desaparecí. En muchos sentidos”, cerró.
En Miss Americana, Swift agrega que estaba en un lugar tan “horrendo” en ese momento que no iba a “sacar su cabeza de la arena por nada”. Luego del quiebre de 2018, Swift dijo en un ensayo para celebrar sus 30 años en la revista Elle que estaba “encontrando su voz”, y que se había dado cuenta que era su responsabilidad usar su influencia en política. Un giro completo. En 2012, Swift le había dicho a la revista Time que, por regla general, no hablaba de política porque no creía saber lo suficiente en la vida como para decirle a la gente por quién votar. Ya no.
Swift está en su mejor momento. Su última gira, el Eras Tour, es un fenómeno global y el mayor éxito de su carrera, y hasta la Reserva Federal incluso le atribuye haber ayudado a darle un empujón a la economía norteamericana. Tras una vida amorosa que dejó letras desgarradoras, Swift va a la cancha, abraza y besa a su novio, el futbolista estrella de los Chiefs de Kansas, Travis Kelce, delante de mil cámaras. Ambos estarán en el Super Bowl, el evento deportivo más popular del año. (La embajada de Japón en Washington se encargó de aclarar que Swift puede llegar sin problemas al juego en Las Vegas luego tocar la noche anterior en Tokyo.)
Ahora la campaña del presidente Joe Biden espera que Swift lo ayude a arrastrar el voto de los jóvenes, donde Biden tiene serias dificultades. En una elección que se pelea voto a voto, cualquier intervención puede ser decisiva. Cuando el New York Times reveló que la campaña cocina un apoyo público a fuego lento, el trumpismo y la ultraderecha salieron a atacarla sin cuartel. Liz Cheney, símbolo de los republicanos moderados, la defendió: “Taylor Swift es un tesoro nacional”, dijo en X. Los conspiradores salieron con que el Super Bowl estaba arreglado. Por una semana, el tema de la campaña política fue Taylor Swift, y no la economía, la frontera, o la guerra en la Franja de Gaza. Swift ya no es la de 2016. Ya no esconde su cabeza, o se calla. Hubo quienes lo remarcaron estos días. Como dice su canción Look What You Made Do, o “Mirá lo que me hiciste hacer”: “Cariño, me levanté de entre los muertos, lo hago todo el tiempo / Tengo una lista de nombres y el tuyo está en rojo, subrayado”.