A sus 78 años, a Debbie Harry, la legendaria vocalista de Blondie, la inconfundible boca con forma de corazón inmortalizada por Warhol, la indiscutible musa roja de David Cronenberg, le sobran los motivos para estar cansada. Desde que se mudó desde la casa de sus padres adoptivos en Nueva Jersey para buscarse la vida en Nueva York a fines de los años 60, cuando era solo una veinteañera, no ha parado de vivir aventuras extraordinarias. Y ella lo atribuye todo en sus memorias, De cara, un apasionante relato en el que hay sexo, drogas y rock and roll, pero también mucha poesía, sensibilidad, sufrimiento y violencia de género, a su innata curiosidad. Exactamente la misma que la llevó a visitar Madrid en ocasión del Rizoma Fest, un festival internacional que combina el cine con el arte, la música y otras disciplinas, invitación que dice haber aceptado gracias a Isabel Coixet, la directora que la recuperó para la gran pantalla en Mi vida sin mí y a la que considera una gran amiga: “Es una auténtica pionera que abrió camino a otras mujeres y forma parte del mundo del cine, que es la expresión artística que más me interesa ahora mismo”, dice sin disimular cierto cansancio.
“No sé cómo se cultiva la curiosidad. Supongo que la lectura no hace daño y haber contado con una cierta educación, tampoco. No diría que soy una persona especialmente obsesionada por seguir las tendencias, de hecho me gusta mirar las redes e Internet, no le doy la espalda a eso, pero a veces me doy unos atracones digitales con el celular que hace que necesite que me lo quiten de la vista”, confiesa con un sentido del humor tan parco que cuesta percibirlo como tal. “Pero por supuesto que intento ver qué están haciendo las chicas ahora mismo, me asomo a sus TikTok y obviamente me encanta conocer nuevos artistas. Tenemos el privilegio increíble de tener acceso a toda esa cantidad de conocimiento y muchas veces pienso en el doctor Spock, de Star Trek, que tenía algo muy parecido a Internet muchísimo antes de que pudiéramos siquiera imaginarlo: si necesitaban toda la información que hubiese disponible sobre un planeta la podían conseguir y ahora nosotros tenemos eso… ¡tenemos eso!”, se maravilla.
Con esas referencias generacionales tan claras, la sorpresa es mayúscula cuando, preguntada por una posible heredera de su espíritu punk, menciona a Doja Cat. “No la conozco personalmente, pero me fascina lo que hace”, dice acerca de la controvertida rapera que es, además, un ícono de moda. “Es cierto que los jóvenes de ahora son mucho más conscientes de su propia imagen de lo que fuimos en mi generación, y por eso quizá crezcan de afuera hacia adentro, en un proceso diferente al nuestro, que se parece mucho al de los actores”.
Harry conoce muy bien el universo de las revistas y la esclavitud de la imagen. Al fin y al cabo, su rostro es uno de los más fotografiados del mundo y uno de los más populares del siglo XX, y una de sus mejores amigas en el universo de la moda fue Vivienne Westwood. “No voy a negar que envejecer es dificilísimo. Tienes que ser muy fuerte. No es algo apto para cobardes. No lo es. Especialmente si tu físico y su evolución ha sido muy monitoreado, como es mi caso”, dice.
La artista, que habla en sus memorias de la violencia sexual que sufrió con absoluta candidez y con una refrescante perspectiva feminista, admite que admira a las nuevas generaciones porque fueron capaces de ponerle el cascabel al gato y también encuentra muy interesantes los movimientos relacionados con la diversidad corporal: “Es muy importante que se acepten otros cánones y, sobre todo, que se hable de ello”.
Ella misma reconoce que desde su posición de estrella del rock, que en sus inicios para una mujer significaba llevar de forma casi inevitable la etiqueta de “bomba sexual”, no fue el público quien le hizo el comentario más impactante que recuerde sobre su físico, sino su propia madre: “Era una mujer muy inteligente y divertida, y tenía un sentido del humor un poco retorcido. Un día me dijo: Tienes una cara de alta costura y un cuerpo de moda de cuarta’”. Y después de contar esto, estalla en carcajadas sin un ápice de resentimiento: se puede ver también en sus memorias. No lo hay para la mujer que le dijo esta frase, Catherine Harry, su madre adoptiva, ni tampoco para su madre biológica, una pianista a la que logró encontrar en los años ochenta y que rechazó restablecer una relación con ella. Harry sigue siendo una mujer curiosa a la que le encanta viajar y conocer gente: “Me gusta ser grosera, reírme y hacer bromas un poco bestias y tiendo a juntarme con gente irrespetuosa, divertida e inteligente. Quizá una cosa que ya no me atrae como cuando era joven es la ambición. Puede convertirte en un demonio”.